El matrimonio Reis Pinto llegó finalmente a una dolorosa certeza que puso fin a la dramática odisea que se había prolongado durante más de dos años y medio repleta de versiones contradictorias.
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Supuestamente, el tiempo ayuda a sanar las heridas y a olvidar las penas. Pero en la vida de algunas personas se producen situaciones extremas que sejan marcas tan profundas que llegan a alterar para siempre sus vivencias presentes y futuras.
Eso fue lo que le sucedió al matrimonio Reis Pinto tras el asesinato de su hija. Su vida familiar, profesional y social no volvió a ser la misma. En el apartamento de Carcavelos se instaló una monotonía que trajo consigo rutinas poco saludables. Hablaban poco, las comidas se caracterizaban por la frugalidad, la televisión parecía estar siempre averiada, se había perdido el hábito de lectura y las visitas eran escasas.
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«... Pero hay un mensaje urgente que no puede esperar: el amor que se siente por una hija es siempre enorme. Diría incluso que no es posible describirlo en toda su plenitud. Espero que sepas comprender este profundo sentimiento que justifica todos y cada uno de los actos que se cometen en su nombre.»
